Si en Yamaha me hubieran hecho caso, ya sería campeón de MotoGP

Tras debutar en 2015 en MotoGP con Suzuki, Maverick Viñales, que ya había sido campeón del mundo de Moto3 y había deslumbrado en su único año en Moto2, se convirtió en uno de los pilotos jóvenes con mayor proyección de la parrilla, una impresión que se confirmó en 2016, cuando logró su primera victoria con el equipo de Hamamatsu, en Silverstone, siendo fichado por Yamaha para sustituir, nada más y nada menos, que al triple campeón Jorge Lorenzo.

El debut en 2017 de Maverick con la moto de Iwata fue meteórico, ganando las dos primeras carreras, en Qatar y Argentina, y la quinta, en Le Mans. A partir de ahí, el español ya no lograría ninguna victoria más ese año y las desavenencias con los responsables de Yamaha fueron constantes, explica Viñales en el nuevo documental estrenado por DAZN, ‘Maverick: dos vidas’.

“Cuando entré en Yamaha, entré como un misil. Llegué con una idea clara, un objetivo marcado y es lo único que le pedí a Yamaha: yo quiero ser campeón del mundo. No quiero ser otra cosa, no me hagáis ser otra cosa porque yo quiero ser esto, lo demás no me interesa. Cuando me monté en la Yamaha en el test de Valencia me enamoré de ella, les pedí que ni la tocaran, quiero esta, que fue la moto que dejó Jorge”, explica en el documental.

“Traedme esta moto a Qatar, que con esto voy a ganar el Mundial”, se relamía ya el catalán, “pero llegué a Sepang y ¿dónde está esa moto?”, se pregunta.

“Gané la primera carrera, gané la segunda, gané en Le Mans, fue uno de los mejores días de mi vida, le gané una batalla a mi ídolo, a Valentino Rossi“, rememora.

Maverick Vinales, Yamaha Factory Racing, Lin Jarvis en una imagen de 2020

Foto de: Gold and Goose / Motorsport Images

“Pero en Montmeló empezó una marea de cambiar cosas, yo no entendía nada, yo decía que no tocasen la moto”, lamenta Maverick, que en ningún momento expone que Yamaha prefiriera seguir el camino que indicaba su compañero de box.

El piloto de Roses, que tras tres años y medio en Aprilia espera poder debutar el próximo curso con una KTM de Tech3, es uno de los nombres propios de la parrilla de MotoGP y este documental descubre su lado más humano, junto a su familia, el pilar más importante de su vida.

Viñales echa la vista atrás y analiza los equipos para los que ha pilotado: “Suzuki era pura pasión, Yamaha era un ‘business’ y Aprilia un mix (…) Aprilia es una marca que vive las carreras y en ese aspecto me devolvieron un poco la pasión que yo tenía por el motociclismo”.

También reflexiona sobre su fichaje por KTM: “¿Cuál es el siguiente reto que quiero? Para mí el reto es ganar el Mundial y ahora he llegado a la conclusión de que hay dos bandos: o eres el retador o te vas al lado oscuro. O te vas a KTM o te vas a Ducati. En Ducati es muy difícil ganar. ¿Cómo le vas a ganar al equipo oficial? Es muy complicado, tienes la misma moto, pero no las mismas armas. Así que solo me quedaba una opción, ir a KTM y ser el retador”.

Otro de los recuerdos de Mack es su victoria este año en el GP de Las Américas. “Fue una carrera de decir ‘aquí estoy yo’. Para mí es la mejor carrera que he hecho nunca en MotoGP y en la que realmente he tenido más superioridad. La recuerdo como un videojuego, me salía todo lo que hacía. Sin embargo, esa carrera fue un arma de doble filo, porque me empecé a cuestionar, ¿por qué no hago esto cada día? ¿Por qué no tengo la oportunidad de hacerlo cada día?. Entonces significa que no estoy en el sitio correcto”.

Junto a su pareja, Raquel Subirà, que también aparece en el documental, Maverick habla de su vida personal y familiar. “Sé diferenciar muy bien cuándo estoy en casa y cuándo voy en moto y eso me ayuda, porque al final no me estreso”, y tras hacerlo al principio, el piloto evita ahora llevar a sus hijas a las carreras. “El paddock no es un mundo para un niño, yo soy de esa idea. No creo que para las niñas sea un mundo donde puedan aprender algo”, considera Viñales, que explica todo esto y mucho más en el documental que ha estrenado DAZN.

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